Alfarería Jiminiega
Jiménez de Jamuz es un pueblo alfarero con tradición de siglos. Sus vasijas, cocidas en esos hornos de leña que dan al vidriado bellas tonalidades rojizas y con tintes 
verdosos, se vendían en ferias y mercados leoneses, y se exportaban hacia otras regiones más o menos cercanas.
Esta alfarería es vidriada y sin vidriar, decorada en ocasiones: vasijas para el agua (barrila, bocaleja, botijo, cántaros); para el vino (mostero, cuartilla, medio cántaro, barril, jarras y jarros); para la leche (nateras, "lolas", ollas, queseras, jarras anchas); para la manteca y la matanza (orzas, chamorrillos, "soperas", barreñón). Recipientes para la lumbre y para la mesa. Sin olvidar las piezas artísticas, como la jarra trampa o el botijo de cura, y su famosa juguetería.
De los alfares de Jiménez de Jamuz salían variedad de cacharros, con formas y características peculiares según las regiones o comarcas a las que iban destinados: "cántaros de ala, boinas y ollas", para Galicia; cántaros y ollas para Benavente y comarca de Alcañices; nateras para la montaña leonesa; platos cabreireses, tazas catalanas, y otros muchos. Toda una rica gama de formas, de carácter más bien utilitario, que ahora se muestran y se elaboran en este Alfar-Museo.
De aquí a la lenta decadencia en el número de alfares que, para prevenir su futuro, se construyó en los finales de los 90 el Museo-Alfar, donde se conservan las mejores y más representativas piezas salidas de los antiguos alfareros y donde el Maestro Martín Cordero muestra a los visitantes las evoluciones del torno en el más puro estilo tradicional.
En el Alfar-Museo se puede adquirir un librito: "La Alfarería de Jiménez de Jamuz", editada por la Diputación de León, con textos de Concha Casado y colaboración y dibujos de Porfirio Gordón. También se pueden adquirir diapositivas y postales.
